El Ministro de Gobierno sostiene que “la labor de la Policía y las alcaldías no es suficiente” para controlar el consumo de alcohol entre los universitarios.
Minutos después de que un joven toca el timbre de una casa con garaje de calamina en Villa Esperanza, al lado de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), un hombre mira por la ranura del ojo de pez de la puerta y pregunta: “¿Quién es?, ¿qué quiere? ¿Cómo conoces el lugar?”.
“Los universitarios me dijeron que puedo farrear aquí”, responde el muchacho, y de inmediato el hombre abre la puerta. Junto al visitante, otros seis jóvenes aprovechan para ingresar a la casa. Es miércoles y son las 9:30. Ni bien se ingresa al lugar, se debe recorrer un largo pasillo y en el trajín se observan pequeños cuartos donde grupos de jóvenes consumen bebidas alcohólicas. Se trata del bar de remate clandestino denominado Parada Z, es un refugio de “cha’chones”, ubicado cerca de la UPEA.
Como este local clandestino, ubicado en el pasaje 18 de Noviembre, cerca a la parada Z, casi al frente de la Estación de la UPEA de Mi Teleférico, decenas de bares secretos reciben a toda hora a jóvenes, en su mayoría universitarios, que ingresan a estos lugares mediante señas o claves.
“Son años que venden trago a los universitarios y a todo tipo de personas. Es peligrosa esta calle porque asaltan de día y de noche. La anterior semana asaltaron a una jovencita”, lamenta L. R. F., que vive en la zona desde hace 12 años. Al igual que la mujer, varios vecinos y comerciantes del lugar rompen el silencio y denuncian el funcionamiento de bares clandestinos.
En el bar Parada Z, dos señoras venden cerveza (la botella a 17 bolivianos), singani en galón (30 bolivianos) y jarras (cada una a 15 bolivianos) a más de 50 personas, distribuidas en los cuartos y en un soleado patio. Algunos de los bebedores discuten y gritan, otros apenas pueden caminar y unos cuantos duermen en sus improvisados asientos. En un rincón del patio, seis jóvenes con sus mochilas toman singani y no prestan atención a la música cumbia que suena en la pequeña radio de dos parlantes colgada de una pared. “No seas pollo c…, tienes que hacer circular el vaso…”, dice uno de los estudiantes.
Otro de los universitarios se acerca a las señoras para comprar más licor. En ese momento, la mujer le da una advertencia: “Joven, vas a tener cuidado con tu mochila y tus bolsillos. Aquí harto ratero hay”.
Cerca a la Parada Z, los vecinos Alex M., Saturnino Ch., Julieta Q. Feliza C. y dos vendedoras lamentan que la Policía no controle estos locales clandestinos. “No entiendo cómo es que siguen abiertos esos bares si cada vez los clausuran. Varias veces vi que la Policía se para en ese lugar y parece que les dan dinero para que no los clausuren y se van”, dice Alex M.
Para camuflar los locales, los dueños utilizan diferentes fachadas. Dos universitarios cuentan que uno de los bares clandestinos vende licor dentro del consultorio de un dentista. “Hay uno que está cerca a la UPEA, al lado de la pasarela, hay un bar que funciona donde un dentista. Le tocas la puerta y le preguntas si hay trago y te hace pasar a otro ambiente”, añade E. R.
Vecina de Villa Esperanza hace 45 años, Feliza C. relata que en la calle Pascoe (al lado UPEA) hay tres tiendas que se “camuflan como de abarrotes” de día. “En las noches los jóvenes salen borrachos y se pelean, se duermen en la calle, los asaltan”, dice y asegura que muchos jóvenes dejen la universidad para dedicarse a beber.
Tal vez tiene razón. Las cifras del consumo de alcohol de los jóvenes en Bolivia son alarmantes. Un estudio, que fue presentado el 10 de octubre por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el Ministerio de Gobierno, establece que en el país, de 4.118 estudiantes (1.960 hombres y 2.158 mujeres) el 56,8% consume más alcohol que sustancias controladas. La muestra consideró ocho universidades de Santa Cruz, Cochabamba y Sucre.
Sobre estas cifras, el ministro de Gobierno, Carlos Romero, sostiene que está “preocupado” porque “Bolivia tenga el índice más alto en los países de la región andina” en cuanto al consumo de bebidas alcohólicas por parte de la comunidad universitaria.
La autoridad indica que un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se realizó hace cuatro años, establece que el consumo de alcohol era de 8,3 litros per cápita en el país. Los últimos datos de dicha entidad indican que en la gestión 2016 bajó el consumo a 5,7. “A nivel de la población universitaria no se observa que se hayan modificado estos índices de consumo. Por el contrario, hay un incremento, especialmente en mujeres”, dice el ministro. “En cuanto al consumo de alcohol entre universitarios, la labor de la Policía y las alcaldías no es suficiente. Tenemos que ser más exigentes en este tema”, añade.
Para el rector de la UPEA, Edwin Callejas, la “sociedad y las autoridades” cometieron el terrible error, hace tiempo, de ser “demasiado tolerantes con el consumo de alcohol”. “Ahora tratan de desviar el tema principal, que es un problema sociocultural en nuestra sociedad”, explica.
Con una mirada similar, el secretario municipal de Seguridad Ciudadana de El Alto, Dorian Ulloa, sostiene que, desde el 2015 hasta la fecha se clausuraron más de 40 bares en inmediaciones de la UPEA.
“Estamos encargados de controlar estos bares pero la educación y el ejemplo vienen de los padres de familia. Si ellos no pueden controlar a sus hijos, ¿cómo espera la sociedad que nosotros los controlemos?”, reflexiona Ulloa.
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Fuente: Pagina Siete